Llueven soledades sobre mi erial.
A cada paso, hoja tras hoja,
sigue la caída de la realidad afectiva
en la que solía vivir.
Este otoño cálido e insidioso
me ha traicionado más que nunca.
Ahora observo tras los cristales
escondido en su descarada transparencia
y en su despreciable opacidad
se vara mi míope mirada.
Mis ilusiones siguen su caída estacional,
esta vez no renacerán con la primavera.
Este desamor silencioso
se desvanece en esperanzas de comprensión.
A veces llegan momentos inesperados,
casi nunca se injertan en mis dedos.
Todo se escapa, todo menos la soledad.
domingo, 26 de octubre de 2008
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